domingo, 24 de mayo de 2009


Medios comunitarios y alternativos

¿Pan y circo o política-comunicativa?


Miguel Prieto


El golpe de Estado del 11 de abril de 2002 contó con la santificación papal de la Conferencia Episcopal de Venezuela y con la bendición obscena de las empresas de medios del país, quienes lujuriosamente se cagaron encima del Estado de Derecho, de las instituciones del Estado, de la “libertad de expresión” y de los Derechos Humanos de todos los venezolanos. Los medios sirvieron de soporte y escenario político para glorificar la mentira y el engaño, el vilipendio en contra de Chávez y el pueblo; la cizaña fue la consejera de muchos editores y dueños de medios, la manipulación trilló entre los alucinante y lo neurótico: caras desencajadas, ceños fruncidos, risas estridentes, voces de ultratumba; odio y muerte.

La respuesta fue asimétrica pero cortante: el pueblo se organizó para la retoma del poder, en algunos casos de forma espontánea y en otros con cierta dirección política que se dio con organizaciones sociales de base que entendieron que el “carro de la historia” les reclamaba su fuerza y entusiasmo. Y los llamados medios comunitarios y alternativos del país también formaron parte de esa movilización; se multiplicaron incluso hasta el sol de hoy. En todo caso fue una especie de movilización a contragolpe, y a contragolpe fue la respuesta mediática. Y a contra ha sido hasta entonces.


De allí que hoy se deba discutir con urgencia cuál es el perfil que deberían tener los medios alternativos y comunitarios en el país, para qué, sin caer en grandes teorizaciones, pero partiendo de un referente histórico y político y del contexto social de la Revolución Bolivariana para definir nuestros objetivos. Para ello debemos dejar las falsas pasiones, las medias tintas, la verdad absoluta y divina y la mediocridad… porque mientras tanto nos siguen atacando, y nosotros como siempre a contragolpe.

Para los que creemos en el socialismo el perfil debe ser netamente político. Pero los falsos profetas, los reformistas de teoría y práctica, los contaminados de las costumbres y modos burgueses de la comunicación burguesa, es decir, los que creen en el orden y la obediencia, en la difusión acrítica y bucólica de ideas “brillantes” y de “vanguardia revolucionaria”, en el instrumento por el instrumento, asesinan cualquier intención de debate: por un lado se rasgan las vestiduras para repudiar el Reglamento de Radiodifusión Sonora y Televisión Abierta Comunitario, porque éste coarta precisamente aquello del perfil político que debe tener un medio comunitario y alternativo, un perfil no militante; pero por el otro justifican su mediocre y nula actuación política “porque el reglamento les prohíbe”. Otros dicen: “reforma del reglamento, ley orgánica para medios alternativos y comunitarios”. ¿Y mientras tanto qué?

¿Cómo será ese perfil político? Difícil empresa. Pero debe discutirse ya y se debe hacer a un lado el viejo pretexto leguleyo que siempre nos adormece: no podemos esperar a la reforma del reglamento o una ley orgánica. De allí la necesidad del debate. Y debe ser fundamentado política y filosóficamente.


Si decimos medios comunitarios debemos tener claro a qué nos referimos con ello. Puede tomarse lo comunitario como el trabajo de organización social, de formación cultural, comunicativa, política y artística de todos los integrantes de esa comunidad, incluso del intercambio con otras comunidades y medios comunitarios, en eso que Gramsci llamó el bloque histórico para la contrahegemonía, en la red de combate político comunicativo para crear y promover nuestros mensajes, lenguajes y propuestas y realidades; y este tipo de trabajo de vinculación, inclusión y participación política, de por sí se deslinda de la práctica que hasta hoy prevalece: el individualismo y la pequeña empresa.

Muchos de los que integran los medios comunitarios de radio en el Zulia, por tocar un ejemplo, recurren a las prácticas políticas de la democracia representativa, de la comunicación empresarial, de la propiedad privada. Y no es de extrañar porque vivimos todavía en una sociedad capitalista, y eso nos trastoca la conciencia muchas veces, sin darnos cuenta porque nos autoproclamamos revolucionarios y socialistas.

Hay quienes se creen dueños de los medios porque aparecen en la directiva de la fundación, sin tomar en cuenta que no son más que integrantes, camaradas, y que el espectro radioeléctrico es público (para todos o la gran mayoría), administrado por el Estado venezolano. Y exigen al Estado que les den más potencia para llegar a más gente. ¿Si no logran vincularse con la comunidad, con el consejo comunal y las organizaciones y colectivos que trabajan dentro del espectro de esa radio, cómo rayos se les puede permitir mayor potencia? Entre más abarque un medio menos posibilidad de organización social y política comunitaria se tendrá. Y no es cuestión de lógicas matemáticas ni mucho menos. Los directivos y demás miembros de los medios son -cómo no- fundadores, pioneros, pero no dueños ni del medio, ni del hecho político comunitario, y menos del espectro.

Defienden la Constitución a capa y espada, pero no admiten ni practican el artículo 57 y 58 referido a la comunicación, ni practican aquello de la participación política y protagónica de esta Constitución. Puro cuento. Y eso demuestra que la práctica que se antepone al proyecto político revolucionario es la práctica del pequeño empresario, del pequeño burgués, el individualismo, el egoísmo, la lucha a mordisco por la pauta publicitaria.

Lo otro es que no hay una discusión seria sobre lo que es la comunicación: muchos confunden el instrumento con la comunicación, y se la pasan añorando no sé qué cosa. La comunicación no se da por un medio o un instrumento llamado radio o TV. El instrumento ayuda en mucho. Pero la organización social y política, la práctica comunicativa se logra con la voluntad de todos los que creemos en el socialismo.

A lo mejor muchos no han entendido para qué son los medios alternativos y comunitarios. De allí que las discusiones urgentes e importantes se dilaten en el cómo: en la bendita pauta para subsistir, o en el refinado y aparentemente menos pedigüeño “financiamiento por proyecto”. En realidad no nos hemos deslastrado de la cultura capitalista del “cuánto tienes, cuánto vales”. Es el modus vivendis de las empresas de medios, que lo ven todo como un negocio, cuyo principal capital es la publicidad, la pauta. Se corre el riesgo de revivir o alimentar el mecanismo de manipulación y complicidad que ha significado el financiamiento por pauta publicitaria. Y todo vicio, así le cambiemos el nombre, genera igual o peor parasitismo.

Y así otros vicios que son propios de organizaciones que no se definen políticamente: en el Zulia varios traficantes de medios comunitarios andan cual libre mercado vendiendo “su” fundación comunitaria; otros ya le vendieron el alma al diablo (Manuel Rosales) en las elecciones pasadas; otros disfrazados de pastores piden el diezmo a su rebaño con toda una programación evangélica (desde la mañana hasta la noche): “Dios ha muerto, todo está permitido”, dijo
Nietzsche.

Si no identificamos y actuamos en contra de esos valores capitalistas seguiremos reproduciéndolos; y nuestra actitud ante la guerra mediática siempre será reactiva. Seguiremos por lo tanto mediatizando la realidad o viviendo de una realidad mediatizada por nuestros intereses de tribu, seguiremos sacralizando los dogmas, alimentando la exclusión y el sectarismo, el instrumentalismo, lo calculable y mecanicista. O nos identificamos políticamente con la revolución o seguimos con el pan y circo romano.

Si logramos que la comunidad se identifique con la radio o TV comunitarios, participe en los procesos de creación cultural y comunicativa, las tome como escuelas itinerantes; si permitimos la participación de las organizaciones políticas y sociales en esos medios, tendremos ganados el problema de la subsistencia. “Instrúyanse porque necesitaremos toda vuestra inteligencia. Conmuévanse porque necesitaremos todo vuestro entusiasmo. Organícense porque necesitaremos toda vuestra fuerza”, era el lema del Ordine Nuovo, revista fundada por Antonio Gramsci y otros camaradas italianos en 1919.

No hay comentarios:

Publicar un comentario